Ópera

Le bourgeois gentilhomme de Lully

Benjamin Lazar (puesta en escena), Vincent Dumestre (director) — Con Arnaud Marzorati, Claire Lefilliâtre, François-Nicolas Geslot

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Casting

Benjamin Lazar — Director de escena

Cécile Roussat — Directora de escena (Intermedios y ballets)

Adeline Caron — Escenógrafa

Alain Blanchot — Diseñador de vestuario

Christophe Naillet — Iluminador

Mathilde Benmoussa — Maquillista

Actores:

Olivier Martin Salvan — Monsieur Jourdain

Nicolas Vial — Madame Jourdain

Louise Moaty — Lucile

Benjamin Lazar — Le maître de philosophie

Bailarines:

Caroline Ducrest — Un espagnol/Une poitevine/Un laquais

Julien Lubeck — Arlequin/Le donneur de livre/Un garçon tailleur

Cécile Roussat — Un garçon tailleur/Une espagnole/La siamoise de la vieille bourgeoise babillarde

Flora Sans — Un Trivelin/Un garçon tailleur/Un laquais

Sobre el programa...

En 1669, Luis XIV recibe con los lujos dignos de un embajador a un emisario del sultán del Imperio Otomano: Mehmed IV. Pero las deslumbrantes ceremonias en su honor dejarán indiferente a este personaje, Soliman Aga (por cierto, el introductor del café en Francia en ese mismo viaje). Al año siguiente —inspirado por el acontecimiento, ofendido, o simplemente como parte de la fascinación que en esa época despertaba todo lo turco— el Rey Sol comisiona la creación de un espectáculo de «turquerías» alusivo que conjuntara teatro, danza y música, ¡200 años antes de cualquier ambición wagneriana por la obra de arte total o Gesamtkunstwerk! Pero Le bourgeois gentilhomme no es una ópera de casi insondable sustancia filosófica, sino una divertida «comedia ballet» dedicada al entretenimiento de la corte y del rey. Para esta undécima y última de sus colaboraciones, Molière será el encargado de escribir la obra de teatro y Lully, la música.

La comedia establece un satírico paralelismo entre la emergente burguesía (personificada por un ingenuo y snob nuevo rico llamado Monsieur Jourdain, encarnado por Molière mismo en 1670) y el visitante turco Soliman, ignorante de los honrosos protocolos que lo dejaron tan indiferente. En una lectura alternativa del significado del argumento, Jourdain desprecia al pretendiente de su hija (un burgués como él ¡representado por Lully en 1670!), por lo que el joven se hace pasar por el hijo de un sultán turco, con éxito, para obtener su permiso… lo que quizá recuerda cómo Soliman Aga fue en la vida real confundido por la corte con un ministro de mucho mayor rango.

Como quiera, esta producción es un viaje en el tiempo directo a cómo se vio y escuchó la obra el día de su estreno: con instrumentos de la época de Lully, los textos hablados pronunciados como se hacía en la Francia del siglo XVII, iluminación en escena con únicamente velas (¡más de 500!) y detalles gestuales de los actores según la iconografía de la época. El resultado es un espectáculo espontáneo, divertido y absolutamente lleno de vida: un diálogo inteligente, en verso y en prosa, entre las artes que lo conforman.

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