Concierto

Paul McCreesh dirige Gluck y Beethoven

Festival de Verbier 2010

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Orfeo y Eurídice marca el punto de partida de la reforma dramático-lírica de Gluck. Acabada la dictadura de los cantantes, lo que cuenta en lo sucesivo es la continuidad de la acción en la orquesta. La «Danza de las furias» cierra el primer cuadro en el que Orfeo logra por fin apaciguar a los habitantes de los infiernos. Su ritmo marcado contrasta de maravilla con «El ballet de las sombras felices», que abre el siguiente cuadro.

En 1811-1812, cuando Beethoven espera obtener un puesto oficial y una gran orquesta, compone su Séptima Sinfonía, lo que explica la masa orquestal imponente y las sonoridades graves. El ritmo es la piedra angular de esta obra cuyos cuatro movimientos se basan en una o dos células específicas. Se podría comparar con una acción dramática, partiendo de una introducción lenta y que culmina, tras momentos intensos y otros más distendidos o recogidos, en una exultación colectiva trepidante. El Allegretto se repitió en bis en el momento de su creación en 1813.

Fotografía: © Aline Paley

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